Sunday, February 04, 2007

Enero, el fin de un año

Dado el orden de un año normal, cualquier lector con los deditos de frente necesarios para saber que 3 por 7 son 21 (como el conjunto de cueca de Daniel Muñoz), sentirá extrañeza por el título de esta entrada. Sin embargo, para mi tiene mucho sentido, y tal vez para ustedes también después que lean esto.

Si bien el año académico terminó a fines de noviembre, como buen memorista medio atrasado tuve que trabajar un poco más. Por suerte, ya a fines de diciembre tenía un texto de mi tesis bastante bueno, con la aprobación de tres de los cuatro profesores de mi comisión examinadora y con la aceptación de Piero Bonissone, investigador de General Electric (¡con esta última opinión no quería más guerra!)

Pasado el año nuevo volví a Santiago para hacer un curso de Automatización en la USACH, aquella revolucionaria universidad por la cual siento hoy un mayor respeto, a la vez que lamento que el medio de comunicación masivo entre sus alumnos sean las paredes de los baños y su frontis en Estación Central. Con galletitas y cafecitos aprendí sobre PLC, Ladder y variadores de frecuencia. Si, lo sé… ñoño a cagar si se viaja a Santiago para estudiar en el verano. Entre las clases de la mañana y la tarde volvía a mi universidad para almorzar con los pergüétanos de mis amigos y por supuesto, para cumplir el ya mítico Unreal Tournament de 30 minutos en red, llevando el ñoñismo a niveles insospechados.

Además, estuve viviendo en un departamento que arrendamos con un amigo muy cerca de la USACH, así que a 15 minutos a pie tenía mi asiento en estos cursos de verano, y a menos de 10 minutos en micro estaba mi universidad. A esto hay que agregarle que la Quinta Normal, a 10 minutos a pie del “depto”, reemplazó al Parque O’Higgins como mi lugar de trote habitual. Este noble parque no sólo puede ser utilizado para trotar o para descansar, sino que cumple con todas las normas nacionales para ser un lugar ideal en el cual las parejas tienen furtivos encuentros amorosos (como todo buen parque “shileno”).

En este mes de enero además tuve una entrevista de trabajo, en el cual finalmente no quedé, creo yo por no tener el “perfil” de un “ingeniero de estudios”. Que una psicóloga diga que una persona energética, media inquieta y que le guste trotar, no puede ser ingeniero de estudios, significa entonces que para ser bueno en esa pega hay que ser amigo de la señorita Manuela Palma. Al final contrataron a otro cabro de eléctrica de mi U que sé que es un muy buen elemento, aunque no conozco y no quiero conocer sus ritos de autocomplacencia.

Siguiendo en la búsqueda de desafíos, comencé el desarrollo de la electrónica del riego automático de mi casa en Angol en el laboratorio de Automática. Considerando que la electrónica no es mi fuerte, me pareció este proyecto una buena excusa para aprender sobre microcontroladores PIC (no me faltó ni una letra). Lo más tedioso de esto es que hay que salir a caminar en Santiago a comprar los materiales con esos agradables 34 grados que hubo en enero, lo cual producía aparte del ya clásico “sopeo” personal, un agradable olorcito en las micros y metro, no precisamente a Paco Rabanne ni a Cristian Dior.


Con respecto a mi tesis, la versión revisada por mis tres profesores finalmente cayó en manos de Don Guillermo González, cinturón negro 8vo Dan en Control Automático, y profesor de dos de los tres restantes miembros de mi comisión. ¿Qué le pareció mi tesis a este caballero? En el fondo buena, en el estilo, como las pelotas. Me entregó un borrador rayadísimo, que subliminalmente me decía: “Pablo, no tienes estilo”. Lo más simpático de esto es que mi tesis ya había sido filtrado por mi profesora guía y por el ex Decano de ingeniería de la PUC, ambos alumnos de Don Guillermo, y cuando le conté esto me dijo, con su tono habitual “¡Harto malo el filtro!”. No todos los días se ve cómo se ningunea a un ex Decano y a una presidenta de IEEE Chile. Al final le agregué las correcciones que él me sugirió, con la esperanza de ser el autor de un muy buen documento, y espero su aprobación definitiva en marzo.

También hice mi aporte en un trabajo de Sistemas de Transporte para la detección de congestión, el cual lamentablemente no será utilizado para que Zamorano ande más rápido en las micros de Transastiasco, lo cual me valió una invitación a comer a una pizzería en La Reina y a compartir gratos momentos con compañeros y profesores. Esperemos que algo bueno resulte de esto.


Como pueden ver, enero estuvo lleno de actividades para mi. A todo lo anterior hay que agregarle una subida al trote al San Cristóbal, con unos amigos de la USACH que conocí en estos cursos, y otra al cerro Las Cruces, al final de Calle Larraín en el Parque Mahuida en La Reina. Esta no fue al trote (ni cagando!), ya que el cerro tiene como 2.300 metros de altura. Como resultado, el reloj y los calcetines me quedaron marcaditos de color blanco.




Con la pérdida de mi bus para viajar a Angol y su correspondiente cambio de pasajes con dos odiosos trasbordos para llegar a mi querido pueblo, terminó realmente para mi el año 2006, el cual a la hora de hacer balances, tengo que decir que fue un excelente año, en el cual la gran mayoría de las deudas que tenía conmigo mismo quedaron saldadas. Esperemos que este 2007 sea un buen año, en el cual podamos terminar el recorrido que comenzó por allá en 1999, cuando Santiago recibió a un mapuchito como a uno más de sus millones de habitantes.


Canción recomendada:

En el año 1999, escuché en las radios hasta el cansancio el único hit del grupo “New Radicals”, el cual es la cortina musical del ya clásico programa de conversación “Sábado por la noche” de Mega, “You get what you give”

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