El soldado siempre anda con una comida y un sueño adelantados
Hace tiempo que no escribía en mi blog, y no precisamente porque no haya querido o porque no tenga alguna cosa que contar. Pensé en comentarles de mi cambio a Linux y de lo mucho que se puede llegar a apreciar al vilipendiado Windows, o tal vez acerca de las bondades del trote, que ahora lo retomé con más firmeza. En fin, hay otros hechos que también podría haber comentado, pero hoy tengo uno muy potente que quiero dejar registrado.
Una vez conversaba al almuerzo con mis compañeros y uno de ellos, Ian, me dijo que las Fuerzas Armadas se “chacreaban” porque mucha gente que entra ahí lo hace poco menos que por descarte (no con estas palabras, pero la idea es la misma). Comencé a pensar en cuánto tipo ha entrado a la Universidad porque es lo que tiene que hacer, porque se lo pide la familia. También está el caso de aquel que quería estar en tal universidad y quedó otra y así otros tantos… El punto es que eso que comentaba Ian lamentablemente se da en todos lados: la vocación no siempre es el motor de nuestro destino, pero, ¿será tan malo no tener vocación al principio?
Un soldado, por allá por el año 1974, se inscribió para dar las pruebas para entrar a la Escuela de Suboficiales porque poco menos se lo ordenaron. ¿Alguien ve la vocación aquí? Claramente no.
Corrió los metros que tenía que correr y se tiró de un trampolín a una piscina cuando no sabía nadar. Pasó las pruebas. Si mal no me equivoco, llegó a la Escuela de Caballería por equivocación, porque lo ubicaron en una fila que no era. Estuvo más tiempo del normal porque habían decidido que para preparar mejores clases había que tenerlos “más tiempo adentro”. Salió segundo de su promoción y no por malo, sino porque era tradición que el primero tenía que venir de una familia con tradición militar, caso que no era el de este soldado.
Al parecer, en algunos casos la vocación no llega de manera espontánea: se forja con el fuego de la tozudez, de la perseverancia, de la fe en que algo mejor podrá venir. Es quizás esta vocación la de mejor calidad, la que permite superar los obstáculos más grandes de la vida.
El viaje de este soldado recién comienza. Comienza a trabajar, se va a la frontera por el conflicto con Argentina el 78, se casa el 79 y parte a trabajar en la construcción de la Carretera Austral. El 81, a los 27 años, nace su primer hijo y decide cambiarse de especialidad. En ese curso obtuvo el primer lugar. El 86 nace su segunda hija y para ese entonces ya era considerado como uno de los mejores en su puesto en su División. El año 87 ocurre lo que llamo “un punto de inflexión”: Compra un Atari 800 XL, que no sólo dio entretención sin fin a sus hijos que dado el sueldo de su padre no tendrían por qué haber tenido una de esas cosas, sino que abrió un sin fin de puertas, que al igual que como dice Juan acerca de las proezas que Jesús hizo en sus apóstoles después de su ida al cielo, se necesitaría de otro escrito para hablar de ellas.
Sin embargo, entre medio pasan cosas malas: un accidente le dejó una marca física imborrable y el matrimonio no marcha muy bien. A pesar de esto, como es de esperar, este soldado sigue en su batalla y no claudica, dejando atrás todo lo anterior.
No obstante de lo brillante que ha sido su carrera, tiene algunas preocupaciones: Ve por ejemplo que le será muy difícil llegar al grado máximo, de Suboficial Mayor, porque el reglamento no necesariamente favorece a los mejores. También ve difícil la posibilidad de ir al extranjero por razones similares. Es aquí cuando uno, que no es como este soldado, se pregunta ¿Por qué sigo si veo un futuro que no es el quiero? ¿Para qué me esfuerzo en ser mejor todos los días si la recompenza mínima que quiero es muy difícil que llegue?
Luis Pasteur dijo que la suerte favorece a las mentes preparadas, y es esto lo que le ocurrió a este soldado: cambios importantes en la reglamentación ahora hacían posible todo lo anterior, y, de no haberse mantenido en la primera línea, en la de los preparados, nunca hubiese sido posible haberlo conseguido. Este soldado, que venía de una familia pobre, llega a trabajar a Washington D.C por un año, en donde una vez más demostró su calidad, y más que eso, su vocación.
A la vuelta lo esperaba el grado máximo. Ese grado que ahora con certeza está reservado para los brillantes. Ese grado que trasciende en los años, que permite seguir vinculado de manera muy estrecha a la institución aun en retiro. Como era de esperar, este soldado volvió a demostrar por qué había llegado a Suboficial Mayor, destacando entre sus pares y ganando el respeto, y a veces odio, de los que lo rodean. Para este soldado, que el resto lo odie no es malo, sino todo lo contrario, porque él sabe que lo que hace está bien, y el resto muestra odio frente a la disciplina, a lo recto.
Hoy se va su grande del Ejército. Uno que trotó por una calle en Santiago bajo unos árboles por los cuales su hijo trotó por diversión 20 años después cuando entró a la Universidad. Se va una de los pocos soldados que sé que tiene la vocación de militar. Este soldado es de aquellos que no necesita uniforme para que la gente lo reconozca como tal. Este soldado me enseñó a que el dar el ciento diez por ciento no sirve, porque siempre es posible dar más. Yo soy lo que soy porque me monté en los hombros de un gigante, que junto a su mujer, me dieron mucho cariño, y hoy, es necesario que esto quede registrado.
Pedro Pablo Salomón Medina Cortes, distinguido Suboficial Mayor del Ejército de Chile, se aleja de su Regimiento, el Húsares. Yo se que no le va ser fácil. Dejar treinta años atrás en un día no es algo simple, pero el sabe que aun tiene camino por recorrer.
Felicitaciones, Padre mío. Te quiero mucho, y si hoy puedes, dale un nuevo significado a la medalla “Misión Cumplida”
2 Comments:
Me has emocionado hasta las lagrimas. Sin duda, una hermosa reseña, gracias.
Siendo yo la menos merecedera de tal honor, dicho soldado me ha premiado con la posibilidad de ser quien sacó sus botas tras el último día de 33 años de hermosa historia militar.
Mil besos.
uff ebtrrete historia, que lindo es que uno pueda escribir asi de sus viejos, notable!
Saludos
Xau!
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