Monday, February 05, 2007

¿El memorista tiene sentimientos?

Hasta ahora he contado un sin número de ñoñerías varias, dignas de un miembro de Nerds United y de Ñ.O.R (Ñoños orgullosos y reconocidos).

Entre tanta estupidez como los algoritmos genéticos, wavelets y espacios de Hilbert, este humilde memorista también se ha proyectado sobre otros espacios que no son ortogonales al vector que guía su vida, sin mucha suerte lamentablemente.Como diría Luciano Bello: “Tengo sentimientos, no soy ningún roboc”

Hace ya harto tiempo (y la verdad no recuerdo cuando precisamente), conocí a una niña que me hizo dejar por un momento mis labores habituales, y que inspiró un relato que hoy quiero compartir con aquellas almas errantes que pasan rápidamente por este blog.


Cuando chico varias veces dejé pasar una especie de película, según mis ojos de niño, en donde se veía volar a un tipo y luego el locutor decía algo de “El violinista en el tejado”. Lo más curioso de eso es que debí haberla visto, al menos para conocer el clásico “Si yo fuera rico…”

Mi hermana siempre me critica que las mujeres con las que yo he estado son todas iguales. No se de dónde sacó tal cosa, pero supongamos que tiene cierto grado de verdad lo que me dice. Cabe preguntarse ahora: ¿Esta niña es igual a las anteriores?

Me bastó verla una vez para quedar intrigado, y dos para quedar a su disposición como un perfecto imbécil. Me pregunto si existe alguien que sea capaz de negarse a alguna de sus peticiones, porque si lo hay, merece ser linchado hasta que pida perdón, pero estas conductas violentas no se condicen con la fragilidad de esta niña.

Le faltó tomarme de la mano y guiarme como a un párvulo a través de los pasillos de aquel edificio violentado por los beaucheffinos en el 2000. Se movía con soltura. Traté de ver si llevaba zapatos porque parecía flotar. Curioso, nunca me había fijado en los zapatos, pero no en el sentido tradicional del fijón trapero. Quería descubrir su secreto. Para que hablar de sus ojos. Verdes intensos, cautivantes y penetrantes. Desearía que me miraran más seguido.

¿Quién le puede decir que no? Yo no puedo, El no puede… Ellos no pueden. ¿Por qué habría de poder? Y lo que es más ¿Para qué decirle que no? Paso todo el día decidiendo cosas con respecto a mi vida, a mis cálculos. Con confiar en ella creo que se acabarían mis problemas, y comenzarían mil aventuras. ¡Si es tan loca! Y entiéndase bien que amo la locura. Ya quisiera ser un poco más loco, porque cuando lo estoy, me siento bien, me siento yo.

¡Sólo pido conocerla Su Señoría! Sólo eso pido. ¿O acaso este noble estudiante de ingeniería no la puede conocer? Ya di el primer paso, y tal vez fui un tanto vil. Hice leña de un pequeño arbolito que se cayó y que por fortuna lo recogimos entre todos, y ella también lo quiso recoger. Ofreció incluso cuidar de mi arbolito para que no se quedara solo, mientras yo, trabajólico leñador, talo electrones en un bosque frondoso del cual a veces no puedo salir por más que quiero. Una taza de café, a cup of coffee, une tasse de café, como quieran ustedes, y ojalá tomar los dos de la misma taza, para así compartir nuestros secretos.

Quedan dos días para este encuentro y para variar tengo miedo. No se que va a pensar ella si le digo que la quiero conocer un poco más. Tal vez me mande a la punta del cerro, por lo que sería bueno comprar una escoba para limpiar la casita que tengo por esos lados, que por suerte hace algún tiempo no visito. Pero pensemos positivamente, confiemos en que me va a mostrar una vez más sus ojos, que me va a hablar y me va a contar de ella, de sus sueños y fantasías. Y tal vez me contará algo importante: “no uso zapatos, porque no los necesito: Je suis une fée de couleur”


Para resumir, les cuento que ocupé la escoba!! Y con la última frase del relato dejé expuesto con claridad a quién me refiero. Pido perdón por esta osadía.

Este posteo ha sido publicado porque anoche conversaba con alguien acerca de las cosas que uno escribe inspirado por alguien que uno en un determinado momento considera especial. Esta persona a veces no necesariamente evoca a aquellos sentimientos de felicidad infinita, sino que muchas veces lo único que consigue es romper el cerrojo de la caja en donde se guarda la ira y por que no decirlo, las más amargas lágrimas.


Canción recomendada:

La escoba que tengo para limpiar, también espero que le sirva a una amiga para que saque de su cabeza toda la basura que hoy la atormenta, y para ella una canción que nos gusta a ambos: “Magia Veneno” de Catupecu Machu.


Sunday, February 04, 2007

Enero, el fin de un año

Dado el orden de un año normal, cualquier lector con los deditos de frente necesarios para saber que 3 por 7 son 21 (como el conjunto de cueca de Daniel Muñoz), sentirá extrañeza por el título de esta entrada. Sin embargo, para mi tiene mucho sentido, y tal vez para ustedes también después que lean esto.

Si bien el año académico terminó a fines de noviembre, como buen memorista medio atrasado tuve que trabajar un poco más. Por suerte, ya a fines de diciembre tenía un texto de mi tesis bastante bueno, con la aprobación de tres de los cuatro profesores de mi comisión examinadora y con la aceptación de Piero Bonissone, investigador de General Electric (¡con esta última opinión no quería más guerra!)

Pasado el año nuevo volví a Santiago para hacer un curso de Automatización en la USACH, aquella revolucionaria universidad por la cual siento hoy un mayor respeto, a la vez que lamento que el medio de comunicación masivo entre sus alumnos sean las paredes de los baños y su frontis en Estación Central. Con galletitas y cafecitos aprendí sobre PLC, Ladder y variadores de frecuencia. Si, lo sé… ñoño a cagar si se viaja a Santiago para estudiar en el verano. Entre las clases de la mañana y la tarde volvía a mi universidad para almorzar con los pergüétanos de mis amigos y por supuesto, para cumplir el ya mítico Unreal Tournament de 30 minutos en red, llevando el ñoñismo a niveles insospechados.

Además, estuve viviendo en un departamento que arrendamos con un amigo muy cerca de la USACH, así que a 15 minutos a pie tenía mi asiento en estos cursos de verano, y a menos de 10 minutos en micro estaba mi universidad. A esto hay que agregarle que la Quinta Normal, a 10 minutos a pie del “depto”, reemplazó al Parque O’Higgins como mi lugar de trote habitual. Este noble parque no sólo puede ser utilizado para trotar o para descansar, sino que cumple con todas las normas nacionales para ser un lugar ideal en el cual las parejas tienen furtivos encuentros amorosos (como todo buen parque “shileno”).

En este mes de enero además tuve una entrevista de trabajo, en el cual finalmente no quedé, creo yo por no tener el “perfil” de un “ingeniero de estudios”. Que una psicóloga diga que una persona energética, media inquieta y que le guste trotar, no puede ser ingeniero de estudios, significa entonces que para ser bueno en esa pega hay que ser amigo de la señorita Manuela Palma. Al final contrataron a otro cabro de eléctrica de mi U que sé que es un muy buen elemento, aunque no conozco y no quiero conocer sus ritos de autocomplacencia.

Siguiendo en la búsqueda de desafíos, comencé el desarrollo de la electrónica del riego automático de mi casa en Angol en el laboratorio de Automática. Considerando que la electrónica no es mi fuerte, me pareció este proyecto una buena excusa para aprender sobre microcontroladores PIC (no me faltó ni una letra). Lo más tedioso de esto es que hay que salir a caminar en Santiago a comprar los materiales con esos agradables 34 grados que hubo en enero, lo cual producía aparte del ya clásico “sopeo” personal, un agradable olorcito en las micros y metro, no precisamente a Paco Rabanne ni a Cristian Dior.


Con respecto a mi tesis, la versión revisada por mis tres profesores finalmente cayó en manos de Don Guillermo González, cinturón negro 8vo Dan en Control Automático, y profesor de dos de los tres restantes miembros de mi comisión. ¿Qué le pareció mi tesis a este caballero? En el fondo buena, en el estilo, como las pelotas. Me entregó un borrador rayadísimo, que subliminalmente me decía: “Pablo, no tienes estilo”. Lo más simpático de esto es que mi tesis ya había sido filtrado por mi profesora guía y por el ex Decano de ingeniería de la PUC, ambos alumnos de Don Guillermo, y cuando le conté esto me dijo, con su tono habitual “¡Harto malo el filtro!”. No todos los días se ve cómo se ningunea a un ex Decano y a una presidenta de IEEE Chile. Al final le agregué las correcciones que él me sugirió, con la esperanza de ser el autor de un muy buen documento, y espero su aprobación definitiva en marzo.

También hice mi aporte en un trabajo de Sistemas de Transporte para la detección de congestión, el cual lamentablemente no será utilizado para que Zamorano ande más rápido en las micros de Transastiasco, lo cual me valió una invitación a comer a una pizzería en La Reina y a compartir gratos momentos con compañeros y profesores. Esperemos que algo bueno resulte de esto.


Como pueden ver, enero estuvo lleno de actividades para mi. A todo lo anterior hay que agregarle una subida al trote al San Cristóbal, con unos amigos de la USACH que conocí en estos cursos, y otra al cerro Las Cruces, al final de Calle Larraín en el Parque Mahuida en La Reina. Esta no fue al trote (ni cagando!), ya que el cerro tiene como 2.300 metros de altura. Como resultado, el reloj y los calcetines me quedaron marcaditos de color blanco.




Con la pérdida de mi bus para viajar a Angol y su correspondiente cambio de pasajes con dos odiosos trasbordos para llegar a mi querido pueblo, terminó realmente para mi el año 2006, el cual a la hora de hacer balances, tengo que decir que fue un excelente año, en el cual la gran mayoría de las deudas que tenía conmigo mismo quedaron saldadas. Esperemos que este 2007 sea un buen año, en el cual podamos terminar el recorrido que comenzó por allá en 1999, cuando Santiago recibió a un mapuchito como a uno más de sus millones de habitantes.


Canción recomendada:

En el año 1999, escuché en las radios hasta el cansancio el único hit del grupo “New Radicals”, el cual es la cortina musical del ya clásico programa de conversación “Sábado por la noche” de Mega, “You get what you give”